Si siente que su relación va por mal camino, haga todo lo posible por hacer que las cosas vuelvan a funcionar. En términos emocionales y económicos es mejor evitar el divorcio, pero si ya no hay nada qué hacer, prepárese y no involucre sus hijos en el conflicto. Muy pocas personas involucradas en un divorcio o separación saben a ciencia cierta las razones que las llevaron al rompimiento de su relación, exceptuando los casos de infidelidad, maltrato físico, alcoholismo o celos. Generalmente, el proceso comienza con discusiones permanentes que desencadenan un distanciamiento que lleva a concluir que la ecuación costo-beneficio de la relación pierda completamente su parte de beneficio y se convierta únicamente en un costo en el que el vínculo afectivo, el sexual y el de comunicación se rompen, además de otros factores positivos que caracterizan la convivencia.
Cuando este fenómeno (conocido científicamente con el nombre de disfunción de pareja) se incrementa, uno de los miembros de la pareja empieza a buscar otras alternativas, entre ellas, terminar la relación o simplemente vivir mal dentro de la misma.  El divorcio
Este proceso pasa por tres etapas: predivorcio, cuando uno de los cónyuges decide terminar la relación y el interés a favor de la relación se desaparece, pasando a predominar el Interés individual y se busca salir lo mejor librado posible del proceso. La segunda etapa es el divorcio propiamente dicho, que se produce cuando la pareja deja de vivir bajo el mismo techo.
Por el último el postdivorcio, en el que una vez separada la pareja, cada uno de sus miembros comienza a reorganizar su vida y aceptar las nuevas condiciones que la situación les plantea. Este proceso es el divorcio emocional, en el que finalmente los implicados llegan a estar preparados para iniciar una nueva relación y un nuevo estilo de vida.
Todo en uno
De otro lado, hay que tener en cuenta que en un divorcio existen múltiples divorcios: el divorcio económico en el cual se hace una separación de bienes, el divorcio social en el que se "reparten los amigos", el divorcio parental cuando se decide quién se queda con los hijos y el emocional donde hay una ruptura del vínculo afectivo que alguna vez unió la pareja.
Cada uno de estos divorcios tiene un precio por el cual hay que pagar. Dependiendo del caso, se calcula que los costos jurídicos pueden llegar a costar cerca de $2 millones 500 mil y una suma similar las terapias sicológicas y otros gastos de salud ocasionados la somatización de las tensiones desencadenadas por las emociones vinculadas con el divorcio.
Dependiendo de vicisitudes jurídicas y económicas, además del ajuste que la pareja y los hijos deben alcanzar hasta llegar a adaptarse a una nueva vida, el proceso de divorcio puede llegar a tener una duración entre uno y dos años. Los hijos
Es muy importante considerar los efectos del divorcio en los hijos, estos varían y dependen de múltiples factores como la personalidad del niño, la personalidad de los papás, la clase de relación que se establezca entre los padres después del divorcio, la red de apoyo que tenga la familia para poder manejar la situación y los recursos económicos del padre que tenga la custodia de los hijos.
La variable más importante en el ajuste de los hijos al divorcio es el conflicto entre los padres cuando se convierte en el denominador común de este proceso.
Los padres se pueden sentirse desconsolados o contentos por su divorcio, pero invariablemente los hijos se sienten asustados y confundidos, pues están expuestos de manera indirecta o directa al conflicto, especialmente cuando uno o ambos padres los tratan de involucrar en el proceso para manipular las situaciones características del mismo.
Este proceso también los hace vulnerables a problemas físicos y emocionales, que en muchos casos pueden tener reacciones transitorias de angustia, depresión, agresividad, tristeza o bajo rendimiento académico. Dichos efectos son transitorios siempre y cuando se sepa manejar bien el divorcio y no se involucren a los hijos en el conflicto.
En cuanto al bienestar emocional de los hijos es importante puntualizar que es preferible hacer un buen divorcio y no tener un mal matrimonio: un niño está mucho mejor ajustado psicológicamente cuando vive en un hogar libre de conflicto, donde hay un solo padre, que cuando vive con sus dos padres, pero en medio de un conflicto permanente. Esto no quiere decir que la situación ideal para el bienestar emocional de toda la familia no sea un hogar en donde la armonía de la pareja sea el denominador común.
Además del dolor que sufren los hijos por la pérdida traumática de uno de sus padres debido al divorcio, también existen otros factores que contribuyen a desestabilizarlos emocionalmente y que son característicos del divorcio: cambio de casa, de colegio, de ciudad, entre otros.
Los padres en proceso de divorcio deben tener presente que entre menos cambios sufra un niño por causa del divorcio, más rápida y fácil será su etapa de ajuste. Por ello, las necesidades de los hijos deben predominar sobre los intereses de los divorciados. La pareja
En los dos cónyuges el divorcio puede generar confusión y depresión, aunque también puede representar alivio, descanso y tranquilidad. Sin embargo, es importante que la pareja trate de hacer algo a tiempo para rescatar su relación, pues es mucho más barato en términos emocionales y económicos preservarla que terminarla. Si usted siente que todavía está a tiempo de resolver sus problemas, hágalo y no deje que progresen.
Una intervención temprana es mucho más adecuada y puede traer muchos beneficios. Piense en usted, en su pareja y en sus hijos. Así mismo, para ajustarse adecuadamente a los complejos cambios que conlleva el divorcio, puede ser de gran ayuda contar con asesoría especializada. |
